jueves, 22 de noviembre de 2007

ναθεμοσ παρα λυζαρ


NACEMOS PARA LUCHAR:


Cuando el niño nació, como todo espartano fue examinado.
Si hubiese nacido pequeño, raquítico, enfermizo o deforme, habría sido descartado.

En cuanto pudo mantenerse en pie, fue bautizado en el noble arte del combate; y a que morir , en el campo, de batalla al servicio de Esparta, era la mayor gloria que podía alcanzar en vida.

A los siete anos, como era costumbre en esparta, el niño fue apartado de su madre y sumergido en un mundo de violencia, un mundo respaldado durante quinientos anos, por una casta de guerreros espartanos. Los mejores soldados que el mundo haya visto.

La agogé como se la conoce, obligaba al niño a luchar , a pasar hambre, le obligaba a robar, y si era necesario , a matar.
Castigado a golpes de bara y látigo, le enseñaron a no mostrar dolor ni piedad. Le ponían a prueba constantemente, y le abandonaban a su suerte, dejando que midiera su ingenio y determinación con la furia de la naturaleza. Esa era su iniciación, lejos de la civilización. Y regresaría junto a su pueblo como espartano, o no regresaría.

El lobo empieza a girar alrededor del chico... las zarpas: implacables como el acero...
El pelo: negro como el azabache, los ojos ensangrentados... dos rubís en la mismísima boca del infierno...

El gigantesco lobo, olfatea... saboreando el olor del inminente bocado. Sin embargo, no le sobrecoge el temor; simplemente es mas consciente de todo cuanto le rodea.
El aire, frió en sus pulmones; los pinos, que mecidos por el viento se estrellan contra la
apremiante noche...

Su pulso es firme. Su forma física: perfecta.

Y ASI ES COMO EL NIÑO, AL QUE HABIAN DADO POR MUERTO, REGRESA JUNTO A SU PUEBLO. A LA SAGRADA ESPARTA, ¡COMO REY! ¡NUESTRO REY! ¡LEONIDAS!

Treinta años nos separan de aquel lobo y de aquel frió invernal, pero ahora igual que entonces, una bestia se aproxima, paciente, confiada... ¡SABOREANDO EL INMINETE BOCADO! Pero ahora esa bestia son hombres y caballos, ¡lanzas y espadas! Un ejercito de esclavos... ¡el mayor que pueda imaginarse! Dispuesto a aplastar a la minúscula Grecia... a erradicar toda forma de razón y justicia...
Le bestia se aproxima... y ha sido el propio rey Leonidas quien la ha provocado.

υνα εσκαλαδα διφιθιλ


UNA ESCALADA DIFICIL:


Los Éforos, sacerdotes de los antiguos dioses. Cerdos endogámicos. Mas criaturas que hombres. Criaturas a las que incluso Leónidas debe pagar y suplicar.

Ningún rey de esparta ha ido a la guerra sin la aprobación de los Éforos.

Viejos místicos enfermos. Absurdos vestigios de una época en la que Esparta no había salido aun de la oscuridad. Vestigios de una tradición sin sentido; tradición que incluso el propio rey Leonidas debe ha de respetar. Pues ha de venerar la palabra de los Éforos.

Esa es la ley, y ningún espartano: súbdito o ciudadano, hombre o mujer, esclavo o rey, esta por encima de la ley.

Los Éforos eligen solo a las jóvenes espartanas mas bellas para que vivan con ellos como oráculos, su belleza es su maldición ya que los infelices viejos, tienen deseos carnales y almas tenebrosas como la noche.

El descenso del rey se hace mas difícil. Cerdos endogámicos, y pedantes. Inútiles, enfermos, ruines.
¡CORRUPTOS!

μαρχηαμωσ




MARCHAMOS:






Adiós amada mía. No lo dice. No hay lugar para la ternura. No en Esparta. No hay lugar para la debilidad. Solo los recios y los fuertes son dignos de llamarse espartanos.
Solo los recios.
Solo los fuertes.

Marchamos.
Por nuestras tierras, por nuestras familias, por nuestra libertad... MARCHAMOS.

Esta noche no se duerme. El rey no. Lleva cuarenta años preparándose para este glorioso momento del destino. Para este cuerpo a cuerpo entre escudo y lanza, espada y hueso, carne y sangre.

Solo lamenta: tener tan pocos hombres para sacrificar.

Hacia las Termópilas marchamos.
Hacia ese angosto desfiladero marchamos. Donde las numerosas tropas de Jerges no servirán de nada. Espartanos, ciudadano o soldado, esclavos liberados, todos griegos valientes. Hermanos, padres, hijos... MARCHAMOS.

En aras del honor, en aras del deber, en aras de la gloria. MARCHAMOS.

HACIA LA BOCA DEL INFIERNO MARCHAMOS.

ZEUS apuñala el cielo con sus rayos, y zarandea las naves persa con vientos huracanados. Glorioso.

Solo uno de nosotros mantiene la cautela espartana. Solo el. Solo nuestro rey

ινμορταλεσ


INMORTALES:



Hacemos aquello para lo que nos han adiestrado, para lo que nos han criado, para lo que hemos nacido.

Sin prisioneros, sin piedad, buen comienzo.

Se ha forjado la oscura voluntad de los reyes persas desde hace quinientos años.

Ojos tan oscuros como una noche sin estrellas. Dientes afilados como colmillos. Desalmados.

La guardia personal del mismísimo rey Jerges. La elite de los guerreros persas. La fuerza de combate mas mortífera de toda Asia.

Pero el gran rey ha dejado al descubierto una fatal imperfección: el orgullo. Facil de provocar, fácil de engañar.

Antes de que las heridas y el cansancio hallas hecho mella, el muy loco nos envía lo mejor que tiene. Jerges ha picad el anzuelo.

Inmortales... ponemos a prueba su nombre.

Gritan y maldicen. Apuñalan despiadadamente. Mas rufianes que soldados. Crean caos monumental. Valientes aficionados, cumplen su cometido.

Inmortales... no han superado la prueba de nuestro rey, y un hombre que se cree un dios, siente como un escalofrió muy humano recorre su espalda.

μιεδο α λοσ γριτωσ


MIEDO A LOS GRITOS:


Incluso el rey se permite soñar con algo mas que la gloria. Un loco sueño, pero así es, contra las infinitas hordas de Asia, contra todo pronostico, podemos hacerlo. Podemos defender las Termópilas. Podemos vencer.

Amanece, chasquido de látigos, gritos de bárbaros.

Desde retaguardia gritan: ¡AVANZAD!
Desde vanguardia gritan: ¡ATRÁS!

Nuestros ojos son testigos del grotesco espectáculo llegado del mas oscuro rincón del reino de Jerges.
Cuando la fuerza falló, recurrieron a la magia... las cien naciones del imperio persa caen sobre nosotros. Los ejércitos de toda Asia, obligados a atravesar este angosto paso, sus numerosas tropas no servirán de nada.

Caen por cientos.

Arrojamos los cuerpos despedazados, y los frágiles corazones a los pies de Jerges.
El rey Jerges, esta disgustado con sus generales... y los disciplina
Jerges hace llegar monstruos de las zonas mas remotas, pero son bestias torpes, y los cadáveres persas amontonados en el suelo las hacen resbalar.

El día transcurre. Perdemos a pocos. Pero cada uno de los que cae, es un amigo, o un pariente.
Cuando ve caer el joven cuerpo decapitado de su hijo, el capitán abandona la formación sediento de sangre. Los gritos de dolor del capitán por la muerte de su hijo, aterrorizan mas al enemigo que el atronador sonido de los tambores de guerra. Son necesarios tres hombres par reducirle, y llevarle de vuelta a la falange. El día es nuestro. No hay canciones que cantar.

δισχυρσω δε ρελλεσ




DISCURSO DE REYES:




¡Consejeros!, compadezco ante vosotros no solo como reina. Compadezco como madre, y como esposa, y también como espartana. Compadezco con total humildad.

No estoy aquí para representar a Leonidas. Sus actos hablan mejor de el que yo. Represento a todas esa personas a las que podéis oír:
Madres, hijas.
¡Padres, hijos!

Trescientas familias que sufren por nuestros derechos, y por los mismos principios que rigen esta sala.

ESTAMOS EN GUERRA consejeros...

Debemos enviar a nuestro ejercito para que ayude a nuestro rey a defendernos, no solo a nosotros, si no a nuestros hijos. Enviemos el ejercito para preservas la libertad, la justicia, el orden y la razón. Pero sobre todo: enviemos a nuestro ejercito para que reine la esperanza. Esperanza en la que un rey y sus hombre no desaparezcan de la historia. En que su coraje nos una. En que sus acciones nos hagan mas fuertes. Y en que lo que elijáis hoy aquí represente la valentía de esos hombres.

πορ λα λει εσπαρτανα λλαθεμοσ


POR LA LEY ESPARTANA LLACEMOS:


Cientos se marcha.
Unos pocos se quedan.
Solo uno mira a tras.

Treinta años nos separan de aquel lobo y de aquel frió invernal, pero ahora, como entonces, no le invade el temor... si no la impaciencia... simplemente es mas consciente de todo cuanto le rodea: del suave frescor de la brisa marina que arremete contra el sudor de su cuello y frente. De las gaviotas graznando, quejándose a la vez que devoran los miles de cadáveres flotantes. De la agitada respiración de los trescientos hombres, que a sus espaldas están dispuestos a morir por el. SIN VACILAR.
Todos y cada uno de ellos dispuestos a morir.

El yelmo la asfixia. El escudo le pesa...

El yelmo le asfixiaba, no le dejaba ver... y debe ver bien.
El escudo le pesaba, le hacia desequilibrarse... y su objetivo está lejos...

Dicen los ancianos, que los espartanos, descendemos del mismísimo Hércules. El valeroso Leonidas es testigo de nuestro linaje. Su rugido es incesante y fuerte.

Recordadnos... la mas sencilla de las ordenes que un rey pueda dar. Recordad por que morimos...

¡NO DESEABA HOMENAJES!. ¡CANCIONES! ¡MONUMENTOS! ¡O POEMAS DE GUERRA Y VALOR! Su deseo era sencillo.

SOLO RECORDADNOS. Es lo que me dijo que a todo alma libre que pase por aquel lugar. En los innumerables siglos que están por llegar. Desde las piedras milenarias, nuestras voces puedan susurrar:
DECIDELES A LOS ESPARTANOS CABALLEROS, QUE AQUÍ, POR LA LEY ESPARTANA, LLACEMOS.

Así murió mi rey, y también mis hermanos... fue hace apenas un año.
Mucho he reflexionado desde entonces, sobre las enigmáticas palabras de victoria por parte de nuestro rey. ¡EL TIEMPO LE HA DADO LA RAZÓN!.

¡Y DE GRIEGO LIBRE, A GRIEGO LIBRE! Se transmitió el mensaje de que Leonidas y sus trescientos valientes, tan lejos del hogar: ¡DIERON SU VIDA, NO SOLO POR ESPARTA! ¡SI NO POR TODA GRECIA, Y POR LA PROMESA QUE ESTE PAIS REPRESENTA!

Y aquí, ahora en esta escarpada tierra llamada Platea, las hordas se jerges se enfrentas a la ¡ANIQUILACIÓN!

Ahí están, ¡los bárbaros desalmados! Con el corazón encogido y tembloroso el pulso... aterrorizados... pues son consientes del inhumano y brutal horror que sufrieron frente a las espadas y lanzas de los trescientos.

¡Y AHORA, AL OTRO LADO DE LA LLANURA, CONTREMPLAN A DIEZ MIL ESPARTANOS, A LA CAVEZA DE TREINTA MIL GRIEGOS LIBRES!

El enemigo únicamente nos triplica en número, alentador para cualquier griego.

En este día, liberamos al mundo del misticismo y la tirana, y damos la bienvenida al futuro mas esperanzador que hallamos imaginado.

Demos las gracias a Leonidas y a sus trescientos valientes.

¡HACIA LA VICTORIA!